domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 3: "Las cartas de nadie"

Los hermanos Potter corrieron a abrazar a Euphemia y Fleamont Potter.
- ¡Mamá, Papá! - sollozo Elizabeth en el pecho de su padre - los extrañe mucho.
- ¡Mis pequeños! ¡Que grandes están! - murmuro Euphemia mientras acariciaba el rostro de James - Lamentamos haberlos dejado solos.
Euphemia  abrazo a Elizabeth y Fleamont a James. Luego de un par de palabras en susurros James y Elizabeth los llevaron a la mesa de Gryffindor.
Sirius sonrió feliz y junto a Remus abrazaron a Fleamont y a Euphemia. Lily los observó algo tímida, solo había hablado un par de veces con la mamá de James y eso fue cuando ella tenía 18 años, antes de la muerte de ambos.
- Mamá, Papá - hablo James - les presento a Lily mi esposa, y a Harry mi hijo - dijo con orgullo.
Harry se levantó de su asiento y saludo nervioso a sus abuelos, había soñado mucho ese momento en el que conocía a su familia.
- Umh, ¿hola? - intento sonreír.
Euphemia lo abrazo tomándolo por sorpresa.
- ¡No puedo creer que un día veo a mi hijo con 17 años y al otro lo veo hecho un hombre, con esposa e hijo!
Euphemia se limpió una silenciosa lágrima.
- ¿James acaso ella es la pelirroja de la que siempre hablabas? - Fleamont observo de arriba abajo a Lily y James asintió con la cabeza - ¡Felicitaciones hijo! ¡La maldición Potter sigue en pie!
Lily sonrió nerviosa.
- Hola señores Potter - hablo educadamente.
Euphemia y Fleamont la abrazaron. Todos se sentaron y después de que Charlus Black les explicara todo a Fleamont y a Euphemia (y de que esta se vuelva a emocionar por conocer a su otro nieto, mientras que Fleamont le mandaba miradas asesinas a Sirius por meterse con su pequeña) Hermione, abrió el libro y comenzó a leer.
- El capítulo se llama: "Las cartas de nadie"
- ¡La carta de Hogwarts! - exclamaron todos a la vez.
- Si no se dieron cuenta el título dice "las cartas de nadie" entonces las cartas son de nadie, para nadie y escritas por nadie.
Nymphadora miro confundida a su amiga.
- ¿Qué? - le pregunta a punto de reírse.
-Solo no me hagas caso - murmuro sonrojada al notar que varios la habían escuchado cuando ella pensaba en voz alta.
La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más largo de su vida.
Elizabeth suspiro y abrazo a Harry.
- Siento haber llegado tarde, Haz - le sonrió - en verdad lo siento.
- No hay problema tía.
Elizabeth lo abrazo aún más fuerte y Hermione opto  por seguir leyendo.
 Cuando le dieron permiso para salir de su alacena-James gruño al recordar que habían hecho dormir a su hijo en una alacena- ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.
La mayoría tenía la boca abierta (en especial los mestizos e hijos de muggles).
- ¡Que niño más malcriado! - exclamaron sorprendidas Euphemia y Molly.
- Ahora está peor - murmuro Harry.
Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe.
- Concuerdo con eso.
Elizabeth les sonrió a los gemelos, recordaba que ambos se habían visto cara a cara con Dudley en el verano.
Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry
- ¿Qué quiere decir "cazar a Harry"? - pregunto Neville confundido.
- Que lo golpean, eso quiere decir - Elizabeth intento sonreírle a Neville pero no pudo, él al darse cuenta intento pedirle disculpas con la mirada.
Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo.
- Claro que no cachorro, tu iras a Hogwarts.
- El mejor colegio del mundo mundial - gritaron cinco voces de la quinta mesa
- Idiotas - dijo una falsa voz melosa - eso está mal dicho.
- No importa… sonó bonito - rió una de las voces.
- Sí, tan bonito como tú.
- ¡Cállate, Longbottom! - todos miraron a Neville que se sonrojo en su asiento.
Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. Harry en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día —dijo a Harry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
- ¿Por qué no mejor vienes a ensayar tú? - murmuro James por lo bajo.
- ¡Ni se te ocurra Potter! - lo regaño Lily - es un malcriado pero sigue siendo mi sobrino.
—No, gracias —respondió Harry—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. —Luego salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.        
El Gran Comedor estallo en carcajadas.
- No creo que fuera necesario salir corriendo, se demorara un largo rato en entenderlo.
Harry rió.
- La verdad al día siguiente me pregunto qué quería decir eso.
Elizabeth comenzó a reír aún más de lo que ya se estaba riendo, se limpió una pequeña lágrima que salía de su ojo izquierdo e intento parar de reír.
Todos dejaron de reír de a poco y observaban a Elizabeth reír como loca…por varios minutos.
- Mamá - le susurro Charlus - ya no es divertido.
Elizabeth demoro al menos unos 7 minutos en parar de reír y Hermione continúo con la lectura.
Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.
-Eso fue muy grosero Harry.
-Yo, bueno… ¿lo siento?
- NO es conmigo con quien debes disculparte.
- ¡Pero ni siquiera lo dije!
- Pero lo pensaste, cuando llegue la señora Figg (si lo hace) te disculparas - Lily se cruzó de brazos decidida y a Harry no le toco más que asentir.
Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.
- ¿Qué clase de educación es esa? - exclamo horrorizada la profesora McGonagall.
- Tranquila Minnie. Relájese.
- ¡Black! ¡¿Cuántas veces debo decirle que no me llame Minnie?!
- Nunca dejare de decirle Minnie. Nunca.
Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido.
- ¡Sí, claro! - ironizo Beth - pero nadie es más apuesto que mi Charlus.
Elizabeth le apretó los cachetes a su hijo y el cual miro a la quinta mesa avergonzado al escuchar dos risas muy familiares.
- ¡Cállense par de idiotas! - gruño Charlus.
Harry no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse.
A la mañana siguiente, cuando Harry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
La mayoría en el gran comedor hizo una mueca.
- Iugh.
- Eso suena asqueroso - Nymphadora hizo una mueca.
- Concuerdo contigo amiga mía.
— ¿Qué es eso? —preguntó a tía Petunia. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Harry se atrevía a preguntar algo.
—Tu nuevo uniforme del colegio —dijo.
- ¿Qué? -preguntaron incrédulas Lily, Euphemia, Elizabeth y Molly.
- ¿Esto es una broma? ¿No? - intento burlarse Elizabeth.
- ¿Petunia planea hacer que mi hijo utilice ropa vieja y olorosa para la escuela?
Todos miraron a Harry, el cual se movió incomodo en su asiento.
Harry volvió a mirar en el recipiente.
—Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado.
- ¡Claro! Porque todos vamos al colegio con el uniforme mojado.
- ¡Es que eres muy listo! ¿Verdad, Harry?
Elizabeth miro mal a los gemelos.
- ¿Qué les he dicho?
Los gemelos sonrieron pidiéndole disculpas.
- Podemos hacerle bromas a todos y de cualquier tipo, sin ser castigados o que nos bajen puntos, siempre y cuando no sea Harry -. recitaron los dos al mismo tiempo.
Minerva los miro confundida y luego entendió lo que quisieron decir los gemelos.
- ¡Elizabeth! Si trabajas aquí es para educar, no para que alcahuetees a los estudiantes. ¡Debes demostrarle al ministerio que estas capacitada para esto!
Elizabeth se sonrojo y miro avergonzada a la profesora McGonagall.
- Sí, profesora, no lo volveré a hacer.
La profesora McGonagall asintió y se volvió a sentar en su puesto al darse cuenta de que se había parado.
Ron miro a Elizabeth.
- Corrupción - murmuro negando con la cabeza y entrecerrando ligueramente los ojos. Elizabeth le sonrió a modo de disculpas.
—No seas estúpido —dijo con ira tía Petunia—. Estoy tiñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termine, quedará igual que los de los demás.
- ¡Claro! ¡No notaran la diferencia! - exclamo una voz de la quinta mesa.
- ¡Será parecido igual al uniforme! - exclamo una segunda voz.
- ¡Potter! - La mayoría del gran comedor miro a Los Potter, en especial a Harry - ¿Cuantas veces debo decirte que eso está mal dicho? - pregunto con un ligero tono de fastidio una voz femenina.
- Mi querida pelirroja, amor mío, dueña de mi corazón, mi hermosa Dora ¿Cuantas veces debo decirte yo, que así se escucha bonito? - le replico la segunda voz.
- ¡No me digas querida pelirroja, amor mío, dueña de mi corazón o hermosa Dora! ¿Entendiste, Potter? - la encapuchada se paró furiosa de la mesa y camino hasta la entrada del Gran Comedor, se volteo antes de salir por la puerta - Además, si no te acuerdas, ¡Soy Black para ti Potter, somos familia, tengo novio, ni siquiera me gustas, nunca me gustaras y lo nuestro es imposible! ¿Entiendes? ¡Nunca pasara nada entre nosotros! ¡Antes de salir contigo, saldría con el calamar gigante!
La encapuchada salió corriendo por la puerta.
Todos (incluso algunos Slytherin) en el Gran Comedor miraron con pena al encapuchado al que acababan de rechazar (tal vez por más de una ocasión por la misma chica). James miraba a su posible nieto, sabía lo que se sentía ser rechazado por la chica a la que amas.
El encapuchado se paró de su mesa decidido a ir tras la chica, James se paró de su mesa y detuvo al encapuchado.
- Déjala - le susurro para que solo él lo escuche - no vas a lograr nada si vas tras ella, hazme caso, ¿sí?
El chico suspiro y alzo la mirada, si iba a escuchar a su abuelo… quería que por lo menos lo vea a los ojos.
James se sorprendió al ver el rostro del chico, el encapuchado era jodidamente igual a cuando él era adolescente.
- ¿Sabes algo? Ve, síguela y cuando la hayas alcanzado bésala. No se negara, ella te ama, todo lo que dijo es mentira -. James le sonrió observo al encapuchado sonreír y luego salir corriendo, le pareció haber escuchado algo como: Gracias, abuelo.
Sonrió un poco confundido y se sentó en su lugar miro a su hermana que lo observaba con una ceja alzada.
- ¿Desde cuando eres el doctor corazón? - le dijo con burla Elizabeth.
- Desde que mi hermanita tiene hijos con mi mejor amigo.
Elizabeth lo miro mal, se levantó y camino a la mesa de Slytherin, algunos estudiantes de esa casa le sonrieron y ella les devolvió la sonrisa. Elizabeth tomo asiento con la familia Malfoy.
James observo con asco como su hermana se sentaba en esa mesa y hablaba en voz baja con Los Malfoy.
- ¿Desde cuándo mi hermana se junta con mortifagos? - le pregunto en un susurro a Remus y Sirius.
- Es una larga historia - le susurro devuelta Remus luego de un suspiro - me imagino que saldrá en los libros.
Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no discutir.
- Como cualquier persona normal pensaría -. Comento un encapuchado alzando los brazos.
- ¿Cómo puedes saber eso? Digo, tú no eres normal- el encapuchado miro mal a la encapuchada que había hablado, se paró de la mesa y se acercó a Charlus B.
-  Charlus, tu hermana me trata mal.
Charlus lo miro y alzo una ceja.
- No me interesa.
Se sentó a la mesa y trató de no imaginarse el aspecto que tendría en su primer día de la escuela secundaria Stonewall. Seguramente parecería que llevaba puestos pedazos de piel de un elefante viejo.
Dudley y tío Vernon entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Harry. Tío Vernon abrió, como siempre, su periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes.
Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dudley —dijo tío Vernon, detrás de su periódico.
- ¡IN-CRE-Í-BLE!
- ¡SE DERRUMBA EL CIELO!
- ¡PARECE LA PRIMERA VEZ QUE CHARLUS SE BAÑO! ¡IM-PO-SI-BLE!
- ¡CÁLLATE, FLEMA! ¡QUIERO DECIR FLEAMONT! - Charlus  miro a su abuelo y le sonrió - ¡Sin ofender abuelo!
—Que vaya Harry
—Trae las cartas, Harry.
- Parecía tan bueno.
- Debí imaginarlo, después de todo Charlus nunca se ha bañado.
- ¡TE HE DICHO QUE TE CALLES FLEMITA!
—Que lo haga Dudley.
—Pégale con tu bastón, Dudley.
Harry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas en el felpudo: una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura, y una carta para Harry.
- ¡La carta de Hogwarts! - grito emocionada una pequeña de primero de la casa de Hufflepuff.
- ¡Sí! - un encapuchado se paró en la mesa y coloco ambas manos alrededor de su boca - ¡LA-CARTA-DE-HOGWARTS! ¿ME ESCUCHARON? ¡ES-LA-CARTA-DE-HOGWARTS!
- ¡BAJATE DE AHÍ IDIOTA! O CUANDO LLEGUEMOS LE DIRÉ A TU MADRE.
El encapuchado se bajó rápidamente de la mesa y se sentó en su silla, la mayoría en el Gran Comedor se encontraba riendo.
- Seguro que ese también es tu hijo, Beth.
- Cállate, Dora.
Harry la recogió y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. ¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes. Ni siquiera era socio de la biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la devolución de libros. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey

- ¿Acaso dice...La alacena debajo de la escalera? - pregunto con ira contenida Lily.
- Después te lo explico Lils.
- ¡NO! En la carta específica la alacena debajo de la escalera ¡y ustedes no hicieron nada!
- Te dije que después te lo explico.
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello.
Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.
— ¡Date prisa, chico! — exclamó tío Vernon desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba? —Se rió de su propio chiste.
- ¿Eso fue un chiste? - pregunto una pequeña encapuchada, parecía no tener más de 9 años.
- Claro que no, Iris -. Le respondió el encapuchado que tenía en las piernas a la pequeña. Elizabeth lo miro raro, escucharlo hablar era como escuchar hablar a Max.
Nymphadora alzo una ceja, por un momento pensó en Maximus, negó con la cabeza y sonrió.
- ¡Ahí hay otra Black! - señalo a la pequeña encapuchada, todos voltearon a ver a Nymphadora - Elizabeth es la única que le pondría esa clase de nombres a su hija, (aparte de mi mamá, claro).
La pequeña encapuchado se levantó y salió corriendo a abrazar a Nymphadora.
- ¡Me has liberado de esta maldición! - exclamo al mismo tiempo que se sacaba la capucha, dejando ver un rostro redondo con pequeñas pecas, unos ojos azules y una cabellera de color fucsia - no sabes cuánto pica esa cosa.
- ¡Iris no puedes sacarte la capucha!
- ¡Si ella puede sacársela! ¿Por qué yo no?
- ¡Cállate, Remus!
- ¡Yo, también quiero sacarme la capucha!
- ¡Eso no es justo! ¡Vamos! ¡Esto pica!
- Y te hace sudar.
- ¡Dejen de quejarse!
Todos los estudiantes, profesores e invitados miraban confundidos a la quinta mesa.
- ¡Iris ponte la maldita capucha y siéntate!
- ¡No quiero!
- Podrían comportarse, por favor.
- Me voy a sacar la capucha.
- Ni te atrevas, Fred.
- Ya es tarde - hablo el chico mientras se quitaba la capucha dejando ver un pelirrojo cabello y un rostro igual al de los gemelos Weasley - eso sí que pica.
- ¡Maldita sea, Fred! ¡Ponte la jodida capucha!
- ¡Esa boca, señorita!
- ¡Tú no me hables, idiota!
- ¿Por qué Charlus salió primero? ¡Ni siquiera era su turno!
- ¡Cierto! ¡No era su turno!
- ¿Puedo sacarme la capucha?
- No, Hugo.
- Pero, Rose
- Ya te dije que no.
- ¡Tengo hambre!
- ¡Yo también! ¿A qué hora comemos?
- Vinieron comiendo por algo, ¿no?
- Maldita sea, cállense me tienen harta.
- ¿Por qué no te callas tu zorra?
- ¿Cómo me has dicho comadreja?
- Nott, controla a tu chica. Y por favor que no insulte a mi hermana.
- ¡Te llame zorra! Eso es lo qu…
- ¡Estoy embarazada!
Todos los que estaban discutiendo se callaron y miraron a una encapuchada.
- ¿QUÉ? - Fred (del futuro) se paró sorprendido.
- ¿Qué acabas de decir, Phoebe? - se levantó un furioso Charlus.
- Yooo…
- Maldita sea, Weasley. ¡Te dije que no tocaras a mi hermanita!
Charlus camino dispuesto a golpear a Fred, pero fue detenido por dos encapuchados.
- Tranquilo, después hablamos con él.
- Pero es nuestra hermanita, y él la dejo embarazada.
- Lo sé, y créeme que tengo las mismas ganas de golpearlo, pero hay que tranquilizarnos y sentarnos a leer.
Charlus asintió y se sentó de nuevo en la mesa de Gryffindor, y prácticamente mataba con la mirada a Fred II. Lo que la mayoría del Gran Comedor no sabía es que la mitad de la quinta mesa estaba mirando mal a Fred.
- Tía Herms, ¿puedes seguir leyendo por favor?
Hermione asintió y retomo la lectura algo confundida.
Harry volvió a la cocina, todavía contemplando su carta. Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo.
Tío Vernon rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
—Marge está enferma —informó a tía Petunia—. Al parecer comió algo en mal estado.
— ¡Papá! —dijo de pronto Dudley—. ¡Papá, Harry ha recibido algo!
Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.
— ¡Es mía! —dijo Harry; tratando de recuperarla.
— ¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Vernon, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo al verde con la misma velocidad que las luces del semáforo. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
— ¡Pe... Pe... Petunia! —bufó.
- ¡Que exagerados!
- Ni que la bruja se vaya a comer a su hijo.
Elizabeth sonrió con malicia mientras alargaba sus dientes que estaban muy filosos.
Dudley trató de coger la carta para leerla, pero tío Vernon la mantenía muy alta, fuera de su alcance. Tía Petunia la cogió con curiosidad y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido.
— ¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon!
Se miraron como si hubieran olvidado que Harry y Dudley todavía estaban allí. Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su padre en la cabeza con el bastón de Smelting.
- Este niño me desespera, hablo en serio.
- Aunque no lo creas mamá, a mí también me desespera.
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Yo soy quien quiere leerla —dijo Harry con rabia—. Es mía.
—Fuera de aquí, los dos —graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre.
Harry no se movió.
— ¡QUIERO MI CARTA! —gritó.
Sirius miro divertido a Harry.
- ¡Que carácter, cachorro! - exclamo en tono de burla.
Harry lo miro ofendido y luego miro a su tía Elizabeth y a su mamá en busca de ayuda para que Sirius deje de molestar.
- Sirius no molestes al bebe - dijeron las dos al mismo tiempo, aunque con muy diferentes tonos de voz, Lily lo decía en forma de regaño y Elizabeth en forma de burla.
— ¡Déjame verla! —exigió Dudley
— ¡FUERA! —gritó tío Vernon y, cogiendo a Harry y a Dudley por el cogote, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura.
- ¡Tú puedes Harry! - los gemelos Weasley comenzaron a apoyar a Harry al igual que la mayoría de los Gryffindor.
- ¡Apuesto 5 galeones a que gana Dudley! - Elizabeth le sonrió a Sirius desde la mesa de Slytherin.
- No quiero tu dinero, nena. Pero acepto la apuesta.
Sirius le guiño a Elizabeth.
- ¿Y qué quiere  a cambio, señor Black?
Sirius se encogió de hombros y le volvió a guiñar el ojo.
James le dio un "amistoso" golpe en el hombro a Sirius.
Ganó Dudley,
- ¡SÍ! ¡LO SABÍA! - grito Elizabeth - lo siento Harry, pero era obvio quien iba a ganar, por cierto, me debes algo Black.
así que Harry, con las gafas colgando de una oreja, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
—Vernon —decía tía Petunia, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos —murmuró tío Vernon, agitado.
- Ni que fueran tan importantes - murmuro McGonagall demasiado alto, por lo que todos la escucharon.
—Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? Les decimos que no queremos...
Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.
—No —dijo finalmente—. No, no les haremos caso. Si no reciben una respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
- Lo iríamos a ver de todas formas, yo personalmente.
Harry le sonrió  a su tía y se sonrojo un poco cuando ella le mando un beso volado.
—Pero...
— ¡No pienso tener a uno de ellos en la casa, Petunia! ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Vernon hizo algo que no había hecho nunca: visitó a Harry en su alacena.
- ¡SOR-PREN-DEN-TE!
- ¡No empieces Flemita!
- ¡ESTA BIEN! ME-CA-LLO.
— ¿Dónde está mi carta? —dijo Harry, en el momento en que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién me escribió?
—Nadie. Estaba dirigida a ti por error —dijo tío Vernon con tono cortante—. La quemé.
- ¡NO-ME-LA-CREO!
- ¡Fleamont!
- ¡Pero si fue Remus!
- Cállense par de idiotas.
Sirius rió y miro a su hijo Charlus.
- Dime que ese tal Fleamont es mi hijo.
Charlus solamente se encogió de hombros.
—No era un error —dijo Harry enfadado—. Estaba mi alacena en el sobre.
— ¡SILENCIO! —gritó el tío Vernon, y unas arañas cayeron del techo. Respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
—Ah, sí, Harry, en lo que se refiere a la alacena... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente ya eres muy mayor para esto... Pensamos que estaría bien que te mudes al segundo dormitorio de Dudley
- ¿Qué?
- Tenían un segundo dormitorio, y tú dormías en una alacena. Vernon Dursley me las va a pagar caro.
Lily miro furiosa a Elizabeth.
- Tú lo sabías verdad. Sí tú lo sabes todo, eres como… ¡Dumbledore! NO puedo creer que no hayas hecho nada por tu sobrino.
Elizabeth la miro ofendida y se paró de la mesa.
- ¡Yo hice más de lo que tú debajo de la tierra has hecho!
La mayoría en el Gran Comedor la miraron sorprendidos.
- ¡Yo lo he cuidado todos estos años! ¡Si sigue vivo es por mí, no por tu sacrificio! - Elizabeth camino lentamente hacía Lily, su cabello parecía arder al igual que sus ojos - ¡Soy yo la que con ocho años iba en bicicleta hasta Surrey y jugaba con él, yo fui la que tomo su apariencia y recibió los castigos por él, yo lo cuide! ¡Yo lo visitaba cada semana para que no se sintiera solo! ¡YO! ¡No tú! ¡Yo lo consolaba, yo dejaba que llore en mi hombro mientras lo consolaba, y solo era una niña! ¡Más de una vez me lo lleve de ahí, de ese lugar, con otra apariencia, ni siquiera tenía varita! ¡Y más de una vez me lo impidieron ver, pero yo siempre estaba ahí! ¡Siempre estuve ahí! ¡No como tú!
Lily miro un segundo a Elizabeth que se había puesto a llorar y la abrazo.
- Gracias por todo eso, Liz. Muchas gracias por cuidar de mi Harry.
Elizabeth y Lily se sentaron juntas en la mesa de Gryffindor.
— ¿Por qué? —dijo Harry
— ¡No hagas preguntas! —exclamó—. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios: uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas (habitualmente Marge, la hermana de Vernon), en el tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas que no cabían en aquél. En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor. Allí casi todo estaba roto. La filmadora estaba sobre un carro de combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, y en un rincón estaba el primer televisor de Dudley, al que dio una patada cuando dejaron de emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez tuvo dentro un loro, pero Dudley lo cambió en el colegio por un rifle de aire comprimido, que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida, porque Dudley se había sentado encima. El resto de las estanterías estaban llenas de libros. Era lo único que parecía que nunca había sido tocado.
Hermione hizo una mueca ante esto pero siguió leyendo.
Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dudley a su madre.  
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
-Es sorprendente cuan exasperante puede llegar a ser este muchacho.
Harry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado a su padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero, y seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación. Harry estaba pensando en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo. Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente.
Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con Harry, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
— ¡Hay otra más! Señor H. Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive, 4...
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiente y corrió hacia el vestíbulo, con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello. Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu dormitorio —dijo a Harry sin dejar de jadear—. Y Dudley.. Vete... Vete de aquí.
Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo? Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.  
- Oh, no. Uno de tus planes no.
Ron miro a Harry y negó con la cabeza.
- ¿Qué tienen de malos mis planes?
Hermione alzo una ceja y miro a Harry algo divertida.
- Lo que pasa Harry, es que tus planes siempre salen mal, ahora no interrumpan que quiero terminar de leer este capítulo.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz.
Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
— ¡AAAUUUGGG!
- ¿Y ahora qué?
Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo!
Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en la puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry no hiciera exactamente lo que intentaba hacer. Gritó a Harry durante media hora y luego le dijo que preparara una taza de té. Harry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon. Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
—Quiero... —comenzó, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.
- Ese Vernon es un Total exagerado.
— ¿Te das cuenta? — explicó a tía Petunia, con la boca llena de clavos—. Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.
—No estoy segura de que esto resulte, Vernon.
—Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Petunia, ellos no son como tú y yo —dijo tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el pedazo de pastel de fruta que tía Petunia le acababa de llevar.  
El viernes, no menos de doce cartas llegaron para Harry. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.
Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de quemar todas las cartas, salió con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.  
- Uy, a alguien se le ha zafado un tornillito -. Murmuro Elizabeth divertida.
- Ya hasta esta paranoico.
El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. Veinticuatro cartas para Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas en la picadora.
— ¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? — preguntaba Dudley a Harry, con asombro.  
La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.
—No hay correo los domingos —les recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico—. Hoy no llegarán las malditas cartas...
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry saltó en el aire, tratando de atrapar una.
— ¡Fuera! ¡FUERA!
Tío Vernon cogió a Harry por la cintura y lo arrojó al recibidor. Cuando tía Petunia y Dudley salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
—Ya está —dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin discutir!
Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se atrevió a contradecirlo. Diez minutos después se habían abierto camino a través de las puertas tapiadas y estaban en el coche, avanzando velozmente hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el ordenador en la bolsa.
- ¡Por Merlín! ¿En serio intento hacer eso? - pregunto Molly con el ceño fruncido.
- Mantengo la idea de que deberían educar mejor a ese niño, tal vez si lo educamos ahora nosotros se pueda salvar todavía.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Petunia se atrevía a preguntarle a dónde iban. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
—Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... —murmuraba cada vez que lo hacía.
- Ya se volvió loco.
George suspiro apenado.
- Ya era su hora hermano.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador.
Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba, pero Harry permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban y deseando saber...
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter? Tengo como cien de éstas en el mostrador de entrada.
Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde: 
Señor H. Potter
Habitación 17
Hotel Railview
Cokeworth

Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. La mujer los miró asombrada.
—Yo las recogeré —dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola.  
— ¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Petunia tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en mitad de un puente colgante y en la parte más alta de un aparcamiento de coches.
—Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? —preguntó Dudley a tía Petunia aquella tarde. Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley gimoteaba.
—Es lunes —dijo a su madre—. Mi programa favorito es esta noche. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.
Lunes. Eso hizo que Harry se acordara de algo. Si era lunes (y habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Harry.
- Iba a ser tu cumpleaños, ibas a cumplir once años, cariño. - Euphemia le sonrió a su nieto y le acarició una mejilla - once años no se cumplen todos los días mi bebe.
Harry le sonrió a su abuela y se sonrojo cuando ella beso su mejilla.
Claro que sus cumpleaños nunca habían sido exactamente divertidos: el año anterior, por ejemplo, los Dursley le regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon. Sin embargo, no se cumplían once años todos los días.
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
— ¡He encontrado el lugar perfecto! —dijo—. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacía mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable choza que uno se pudiera imaginar. Una cosa era segura, allí no había televisión.
— ¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío Vernon, aplaudiendo—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Vernon—. ¡Así que todos a bordo!
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta la desvencijada casa.
El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda. Sólo había dos habitaciones.
La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de patatas fritas para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero sólo salió humo.
- ¡Eso no es comida! -exclamo Euphemia algo enojada e indignada - ¿cómo piensa darle de comer eso a mi nieto?
—Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? —dijo alegremente.
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a atrever a buscarlos allí, con una tormenta a punto de estallar. En privado, Harry estaba de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba.
- Eso es lo que ellos creen.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y tío Vernon se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Harry tuvo que contentarse con un trozo de suelo y taparse con la manta más delgada.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Harry no podía dormir. Se estremecía y daba vueltas, tratando de ponerse cómodo, con el estómago rugiendo de hambre.
-Mi pobre bebe - Lily abrazo a Harry y comenzó a acariciarle el cabello, Ron comenzó a burlarse en voz baja de él.
Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj luminoso de Dudley, colgando de su gorda muñeca, informó a Harry de que tendría once años en diez minutos. Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel momento el escritor de cartas.
- En verdad las escribe una pluma encantada - le sonrió Beth.
- Tal vez por eso nadie se dio cuenta de Harry dormía en la alacena - murmuro Molly enojada.
- Creo que sí, porque… ¡Vamos! ¡Lo decía en la dirección!
Los murmullos se comenzaron a levantar en todo el gran comedor pero fueron pronto callados por el director Dumbledore.
Cinco minutos. Harry oyó algo que crujía afuera. Esperó que no fuera a caerse el techo, aunque tal vez hiciera más calor si eso ocurría.
- No lo creo - murmuro Charlus  - eso es algo suicida, primito.
Le sonrió con burla a Harry.
- Se te olvida que yo soy más grande que tú en tú tiempo, primito.
Cuatro minutos. Tal vez la casa de Privet Drive estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que podría robar una.
- Oh… ¿Por qué carajos no cogiste una carta del suelo cuando estaban volando por toda la habitación? - se atrevió a preguntar Ginny, todos en el gran comedor miraron a Harry esperando una respuesta, ¡incluso los profesores!
- Bueno pues, ¿Por qué soy un Potter y a los Potter les gusta atrapar cosas? - Harry dudo al responder.
- Eso tiene sentido - le dieron la razón James y Elizabeth.
- A mí la lechuza me la tiro y yo la atrape en el aire -. James le sonrió a Elizabeth como tratando de decir "Supera eso".
- A mí, el tío Ted me la lanzo - sonrió con superioridad Elizabeth - y era un avión, que volaba por toda la habitación.
Elizabeth alzo una ceja tratando de decir "ahora ¿quién es la mejor?, hermanito". James la miro mal, hizo un puchero y se cruzó de brazos.

Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las rocas se estaban desplomando en el mar?
- ¿Qué? ¿Un ruido? - pregunto Lily. Y ordeno a Hermione seguir leyendo.
Un minuto y tendría once años. Treinta segundos... veinte... diez... nueve... tal vez despertara a Dudley, sólo para molestarlo...
- ¡Hazlo! - gritaron al mismo tiempo los gemelos Weasley.
- ¿Dime que lo hiciste campeón? - le pregunto James.
Harry negó divertido y los bromistas suspiraron decepcionados.
tres... dos... uno...
BUM.
Lily se sobresaltó.
- ¿BUM?- preguntó casi desesperada mientras agarraba de los hombros a Harry, en busca de una respuesta… o algo.
Harry la miro un poco asustado mientras asentía con la cabeza.
- BUM - respondió el azabache.
Hermione decidió seguir leyendo al notar la cara de Lily.
Toda la cabaña se estremeció y Harry se enderezó, mirando fijamente a la puerta. Alguien estaba fuera, llamando.   
Lily miro impaciente a Hermione.
- ¿Qué más? ¿Qué paso? ¡Continua Hermione! - exclamo desesperada, miro a James con preocupación - ¿y si algo malo le paso a nuestro bebe? - James intento decirle que Harry estaba al frente de ellos pero Lily lo ignoro - ¡sigue leyendo Hermione!
Hermione la miro un poco asustada.
- Ya se terminó el capítulo, Señora Potter - murmuro un poco tímida, entrego el libro al profesor Dumbledore y se sentó rápidamente en su silla junto a sus amigos.
-Me dará algo - dijo Lily - yo leo el siguiente capítulo Profesor, lo siento Remus pero necesito saber.
Remus negó con la cabeza e hizo un gesto con la mano restándole importancia. El profesor Dumbledore le entrego el libro a Lily.
Ella abrió el libro impaciente buscando la página.
- ¡Aquí está! - exclamó cuando la encontró - a ver… - suspiro nerviosa - "Capítulo 4: El guardián de las llaves" - leyó y sonrió tranquila - ¡oh! No pasará nada, ya sé por dónde va esto - hablo para sí misma y comenzó a leer - BUM. Llamar…
Ambas puertas del Gran Comedor se abrieron haciendo que Lily detenga la lectura y todos se voltearan a ver el escándalo. Un pequeño niño rubio había entrado corriendo, y era perseguido  por un chico rubio que aparentaba la edad de 21 años y cargaba en brazos a otra niña rubia que parecía no saber en dónde se encontraba.
- ¡Luke Wells! ¡Detente ahora! - exclamó al mismo tiempo que intentaba agarrar al niño, se detuvo abruptamente cuando noto que la niña se había asustado y comenzado a llorar - ¡oh, no! Princesa no llores, ¿sí? - acaricio el cabello de la pequeña rubia - mi pequeña Lily, papá no quiso gritarle a tu hermano.
Lily observo sorprendida al chico, ¿acaso esa pequeña niña tenía el mismo nombre que ella? ¿Ese chico había dicho que él era su padre?, noto como la mayaría de las chicas de Hogwarts observaban al chico rubio enternecidas.
El pequeño niño se acercó a su papá y su hermana, miro a la pequeña preocupado.
- Lo siento, helmanita  - murmuro (e intento pronunciar la R pero fallo) a punto de llorar - no quise acelté llolal, Annie. Todo es mi culpa.
Elizabeth se paró de la silla y se dirigió a donde estaba parada la pequeña familia, le regalo una pequeña sonrisa a Max y coloco su dedo en sus labios, diciéndole que haga silencio. Llego atrás del pequeño niño y sonrió.
-No fue tu culpa, cariño - coloco una mano en el pequeño hombro del niño.
El niño volteo sobresaltado y sonrió alegre al reconocer la voz de Elizabeth.
- ¡Mamá! - exclamó antes de enrollar sus pequeños brazos alrededor de Elizabeth.
James, Fleamont  y Sirius miraron confundidos al niño, ¿había llamado "mamá" a Elizabeth?, Lily y Dorea miraron sorprendidas a Elizabeth, a los dos niños y al chico que Beth había llamado Max, ¿esos dos niños eran hijos de Beth y Max?
La mayoría del Gran Comedor observo confundido la escena, ¿Por qué le decía mamá a Elizabeth Potter? ¿Acaso esos dos niños no eran los hermanos menores de Max Wells como les habían dicho desde el nacimiento de ambos mellizos?
La niña se limpió unas pequeñas lágrimas, saco el rostro del cuello de su padre y miro a la pelirroja que abrazaba a su hermano.
- ¡Mami! - estiro ambos brazos para que Elizabeth la cargue.
Elizabeth sonrió y cargo a la pequeña niña que se acurruco en su hombro. Max cargo entre sus brazos a Luke y le sonrió a Elizabeth, por un momento se había olvidado donde estaba y que estaba haciendo ahí.
- ¡Lo conseguimos! - exclamó casi al borde de la felicidad. Elizabeth rió al ver al pequeño Luke repetir las mismas palabras que dijo Max, además parecía igual de feliz que él.
- ¿Qué conseguimos? - pregunto confundida mientras sonreía.
- ¡Ya no vivilemos con el abuelo malo! - exclamó el pequeño Luke, Beth lo miro sorprendida ¿acaso él…?
- ¿Quieres decir qué…? ¡No… no puedo creerlo! ¿Lo conseguimos? ¿En verdad lo hicimos?
Max asintió con la cabeza mientras empezaba a llorar de felicidad.
- Papá nos dio la custodia, dijo que unos niños deben vivir con sus padres. Resulto no ser tan malo como pensábamos.
Samara al escuchar eso se levantó sonriente de su asiento y camino hasta ellos.
- ¡Tía Sam! - exclamó el pequeño Luke mientras se soltaba de los brazos de su padre y abrazaba a su tía. Ella le sonrió.
- ¡Hola pequeño, Luckie! - cargó entre sus brazos al pequeño rubio, se escuchó una risa de la quinta mesa y una voz ahogada (por la risa) que repetía varias veces: "Luckie, Luckie" se escuchó un golpe y como paraban de reír abruptamente y luego un: "cállate idiota, no arruinas mi momento" Samara ignoro eso y miro a su hermano - ¿En serio papá les dio la custodia?
Max asintió sonriente mientras pequeñas lágrimas de felicidad comenzaban a salir de sus ojos, Elizabeth bajo a la pequeña Lilianne, Samara imito su acción con Luke y ambos hermanos salieron corriendo a la mesa de Gryffindor y se sentaron junto a Harry que les regalo una pequeña sonrisa.
- ¡Harry/Hady! - exclamaron (respectivamente)  ambos a la vez mientras cambiaban sus cabellos rubios y ojos azules eléctricos a unos cabellos azabaches y ojos verdes como las esmeraldas. Harry rió y les regalo una pequeña sonrisa.
La pequeña Lilianne miro a Euphemia y cambio su cabello por pelirrojo y sus ojos a unos castaños.
- Hola - le sonrió mostrándole una pequeña dentadura a la que le faltaba un pequeño diente, Euphemia le devolvió la sonrisa feliz al darse cuenta que esos pequeños eran sus nietos  - me gusta su cabello, es como el de mamá. Usted se parece a ella. ¿Cómo se llama? ¡Yo me llamo Lilianne Andrómeda Wells Potter! Tengo 5 años, ¿Cuántos años tiene usted? Nunca la había visto, es muy bonita, ¡como mamá! Yo soy metamorfomaga, puedo cambiar el color de mi cabello y ojos, ¿quiere ver? Mamá dice que cuando sea más grande podre convertirme en animales y en diferentes personas, por ahora solo puedo cambiar mi cabello y ojos, aunque duele un poco, pero ella y la tía Dora nos están enseñando, yo quiero ser aurora como la tía Dora, ella es muy bonita por eso al tío Remus le gusta, ¡El tío Remus regala chocolates muy ricos! ¿Conoce al tío  Remus? Podemos decirle que le regale chocolate, ¡espere! ¿Le gusta el chocolate?, ¡Hola tío Remus! ¿Puedes darle un trozo de chocolate a la señora por favor? - termino sonriente mientras miraba a Remus que estaba al lado de Euphemia, ambos se mostraban confundidos (al igual que todos en el gran comedor, ¡inclusive Dumbledore!) ¿Cómo esa niña podía hablar tan rápido? ¿Al menos respiraba? Al no recibir respuesta la pequeña agacho su cabeza - Yo… Lo siento, sé que hablo muy rápido, ¡pero no puedo evitarlo! En verdad lo siento señora.
Euphemia miro enternecida a la pequeña y luego miro a su esposo e hijo, ambos tenían cara de confusión total, rodo los ojos y le sonrió a Lilianne.
- Emm… no importa pequeña - le sonrió - Me llamo Euphemia Potter y bueno soy la mamá de tu mamá - le sonrió.
Luke y Lilianne la miraron sorprendidos.
- ¿La mamá de mi mamá? - sonrieron felices - ¡Eres nuestra abuela!
- ¡Sí, pequeños!
Ambos se bajaron de la silla donde estaban sentados, pasaron por debajo de la mesa y abrazaron a Euphemia.
- ¡Nunca habíamos tenido una abuela!
Max y Elizabeth se sentaron en la mesa de Gryffindor, Samara los imito. Fleamont estuvo a punto de preguntarle algo a Elizabeth, cuando Dumbledore se levantó de su asiento.
- ¡Muy bien! Luego de este conmovedor momento, creo que debemos seguir con la lectura o… ¿alguien de la tercera generación va a presentarse?
- ¡Kaoru! - exclamo la mitad de la quinta mesa.
- ¿Qué? ¡Oh, claro! Yo debo presentarme ahora, Profesor.
Una encapuchada se paró de la mesa cuando el Profesor Dumbledore se sentó de nuevo en su asiento. Se sacó la capucha dejando ver a una chica rubia de ojos grises al estilo "Made In Black" y que aparentaba los 17 años, Sirius, Andrómeda, Nymphadora y la mayoría sonrieron, ya sabían de quien era hija, se notaba en sus ojos.
- ¡Hola Hogwarts del pasado! - exclamó divertida - mi nombre es Kaoru Black - sonrió mostrando unos aparatos de color celeste en sus dientes, la mayoría se preguntó que eran, Sirius le sonrió a Elizabeth.
- Creo que ya nos habíamos dado cuenta de eso, hermanita - se burló Charlus. Kaoru lo fulmino con la mirada.
- Cállate idiota - le sonrió divertida - continuo - volvió a sonreír - mi padre es Sirius Black - Sirius tomo la mano de Elizabeth y deposito un pequeño beso en ella. Kaoru al notar eso suspiro - y… mi madre no es Arellys Elizabeth Potter.
James, Fleamont y Remus miraron enfurecidos a Sirius, todos se mostraban confundidos y sorprendidos. Elizabeth soltó la mano de Sirius y parpadeo varias veces antes de poder hablar.
- ¿Qué?
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¡Capítulo largo! ¡Se los debía!
Merezco mil crucios lo sé, ha pasado casi un año desde el ultimo capitulo pero aquí sigo, y no, nadie tiene permiso para copiar y pegar (lo poco que tengo) de mi historia, NO AL PLAGIO.
He estado muy ausente lo sé, pero no he abandonado la historia, y no la abandonaré que quede claro.
Díganme, ¿Les gusto el cap? Si les gusto comenten, les prometo actualizar pronto.
Bye, ily..xx 

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